Más de dos décadas después del desmontaje del imperio
soviético y la caída del Muro de Berlín, aún quedan nostálgicos de aquellos
tensos años del mundo bipolar. Un portal web pide no a sus pocos visitantes “Hagamos un ejercicio de imaginación.
Escriban aquí qué creen que hubiera
sucedido si la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)
hubiera entrado en guerra contra el Pacto de Varsovia durante la Guerra Fría”.
Y mientras un internauta alucina sobre el apoyo aéreo a los
combates marítimos, otro comprara las armas nucleares de ambos bandos, un
tercero imagina los misiles que lanzarían los bombarderos y un cuarto se
interna en la propaganda y los métodos sucios de intromisión política.
Ejercicios todos que no fueron más allá de la red virtual,
porque lo cierto es que el pasado 01 de julio se cumplieron 20 años del Acta de
Defunción del Pacto de Varsovia, un acuerdo de cooperación militar entre los
países del este de Europa bajo el liderazgo de la Unión Soviética.
Respuesta a Occidente
El pacto, cuyo nombre era Tratado de Amistad, Cooperación y
Asistencia Mutua, fue firmado en la capital polaca en mayo de 1955 y
constituyo una reacción inequívoca a la formación, seis años atrás a la OTAN,
que tenía a Estados Unidos como su buque insignia.
El ingreso de Alemania Federal. Acérrimo enemigo de la URSS
durante la Segunda Guerra Mundial, en 1954 al seno de la OTAN fue el detonante
para la activación del pacto, que no hizo más que formalizar e integrar los distintos
acuerdos bilaterales que el oso soviético había firmado entre 1945 y 1948 con los países sobre los que ejercía
predominio: Albania, Alemania Democrática, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría,
Polonia y Rumania.
Ahora porque era importante para la URSS tener influencia
sobre Europa Central y Oriental, según Farid Kahhat, internacionalista y
profesor de la Pontifica Universidad
Católica del Perú (PUCP), explica que debido
a que desde ahí, la URSS, había sido invadida durante las dos guerras mundiales
y, si nos remontamos más atrás, también en la era napoleónica. A vista de la
historia, era muy importante para Moscú pues tener una zona de parachoques.
El contrapeso del bloque soviético a la alianza militar
liderada por Washington dio en aquel 1955 inicio formal al mundo bipolar y a la
Guerra Fría
El enemigo en la familia
Kahhat añade, curiosamente,
el Pacto de Varsovia y la OTAN nunca sirvieron para su propósito original, que
era enfrentarse uno contra el otro.
El pacto echó a andar, más bien, dos veces su poderosa
maquinaria militar en contra de algunos de sus miembros. La primera ocurrió en
octubre de 1956 cuando el Ejército Rojo entro en Hungría y en solo dos semanas
desbarato un alzamiento anticomunista que, entre otras cosas, propugnaba la
salida de Budapest del tratado.
Doce años más tarde, en un episodio mucho más conocido, las
fuerzas del pacto ingresaron a sangre y fuego a Checoslovaquia para marchitar
la llamada Primavera de Praga. Se castigaban, así las reformas que estaba
poniendo en marcha el Gobierno Checoslovaco y que, según la URSS, pretendían
erradicar el modelo socialista.
En ambas ocasiones se invocó la doctrina de Brezhnev, quien
guiaba la política exterior soviética, para actuar: “Cuando hay fuerzas que son
hostiles al socialismo y tratan de cambiar el desarrollo de algún país
socialista hacia el capitalismo, se convierten no solo en un problema del país
concerniente, sino en un problema común que atañe a todos los países
socialistas.
Fue otro líder soviético, Mijaíl Gorbachov, quien de la mano
con el glasnost y la perestroika mando al tacho tal doctrina y la reemplazo por
otra que fue bautizada, horror de los horrores para los antiguos jerarcas de
Moscú, como la doctrina Sinatra. Al mismísimo estilo de “My Way”, el pacto
dejaba a sus integrantes en la libertad para actuar según su propia
conveniencia.
A partir de 1989 el tratado entre las naciones de Europa del
Este empezó a desmoronarse y perder sentido. No se puede dejar de señalar el
vuelco en muchos de los que firmaron el pacto, quienes no solo son miembros de
la OTAN, la antigua alianza enemiga, sino que representan la derecha de la
Unión Europea. Los partidos conservadores y xenófobos son mucho más fuertes en
la Europa Oriental que en la Occidental. Es un cambio radical en toda regla, aunque
algunos comunistas hayan logrado reciclarse como socialdemócratas.
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